Un sonido surgido a fines de los noventa, inspirado en las vivencias de los traficantes de drogas, es el ritmo de moda en todo el mundo. Sus letras explícitas hacen apología de la violencia, el machismo, el consumismo y la frivolidad.
«Ellos dicen que son capos y sicarios, que son traper de verdura y millonarios, no hay mesura ni censura en su vocabulario…», versa el coro de ‘Trapstorno’, tema del rapero cristiano Redimi2, en el que hace una dura crítica al género de moda en todo el mundo: el Trap. «Ningún género musical es malo, dime quién eres tú para condenarlo, la música es el papel de regalo, pero ese regalo hay que revisarlo…», recita (a doble tempo) en otra estrofa de la canción el artista dominicano.
Pero, ¿qué es el trap exactamente? ¿Sólo una evolución del rap o la cara más decadente de la cultura urbana?
Para empezar, el sonido. Una definición rápida diría que el trap nació a fines de los noventa como una continuación del gangsta rap, pero producido sobre bases de música electrónica. Dirty South y Crunk, fueron dos estilos hermanos de este género sombrío, de líricas explícitas, surgidos en Atlanta.
Más tarde, ya por el 2001, el Dirty South comenzó a llamarse trap, aunque solo entre raperos y productores. Fue uno de ellos, T.I, quien con su disco Trap Muzik, lanzado el 2003, popularizó el término, el cual hace referencia a las trap houses, sitios clandestinos donde producían, vendían y consumían drogas.
El trap original habla de lo que ocurría en estas trap houses. En eso se inspiraban sus letras– explica Young Eiby, un traper peruano.
Por esa razón, asegura este exreguetonero, las letras de trap hacen referencia al narcotráfico, a las armas, los ajustes de cuenta, el dinero ilegal, la prostitución, el proxenetismo, los vicios, etc.
Todo lo que uno vive en un barrio peligroso.
En el suyo, el Callao, donde reside desde niño, la violencia y la ilegalidad son algo cotidiano. Por eso, Young Eiby afirma que tiene autoridad para tratar esos temas en sus canciones. Contar lo vivido, no lo inventado, una máxima en la música urbana.
Víctor Vela Matios, a.k.a Baby Flow, otro traper chalaco, pasó de contar la ilegalidad y la violencia a vivirla en carne propia, cuando hace unas semanas fue detenido por tenencia ilegal de armas y tráfico ilícito de drogas.
Natural del barrio de Atahualpa, zona famosa por los grafitis con rostros de salseros y exmaleantes que murieron en su ley, Baby Flow es acaso el exponente más duro del trap peruano. En sus videos, con miles de visitas en YouTube pese a las advertencias de contenido violento, hace alarde de armas de corto y largo alcance, ladrillos de cocaína, vehículos y dinero presuntamente obtenidos de la venta de droga, y un séquito de gatilleros amenazantes.
Esa es la estética del trap, el fondo que a la vez es forma. Con un contenido así de crudo difícilmente podía abrirse un mercado en la industria musical. Al menos, eso es lo que se creía hace años. Hoy, con el avance de internet y las plataformas digitales, nada parece detener al trap. Figuras como el puertorriqueño Bad Bunny o el trío estadounidense Migos, así lo demuestran.
Trap para las masas
En el año 2016, Benito Antonio Martínez Ocasio era un trabajador de supermercado en Puerto Rico. Dos años después, gracias a la magia de internet, es la máxima estrella pop de su país, incluso por encima de su antiguo ídolo, el reguetonero Daddy Yankee. El secreto de su éxito parece radicar en la supuesta inocencia de su nombre: Bad Bunny.

Gracias a este joven de 23 años, el trap explotó y logró posicionarse en las radios de toda América Latina. El género prohibido por mostrar armas, drogas y actividades ilícitas en sus videos, ahora es aceptado por la tibia censura de los medios comerciales: solo había que bajarle un poco lo criminal y subirle otro poco a lo sexual, lo machista y frívolo. El trap como sucesor de un envejecido reggaetón.
Efectivamente, ex reguetoneros como Arcángel, Farruko, Baby Rasta o Ñengo Flow, por mencionar a algunos, se subieron a la ola del trap en pos del éxito. Nombres como los de Ozuna, Anuel AA, Elea El Dominio, Lito Kirino, Tali, etc., también ayudaron a posicionar el género.
Carros lujosos, prendas de marcas exclusivas, joyas de oro, diamantes, mujeres con poca ropa –ornamentales, sin mayor participación–, botellas de champagne y billetes de 100 dólares por millares son parte de la estética de este nuevo trap. También la voz editada con Auto-Tune, ese programa milagroso que saca melodías hasta de una tos.
La tos, la importancia de la tos en el trap también está relacionado con su cóctel oficial: el purple lean, una combinación de jarabe para la tos (rico en codeína), caramelos de colores y Sprite. Nada mejor para maridar las pitadas de cannabis tipo krippy, aunque «todas las babys quieren kush», Bad Bunny dixit.
Lo que suena ahora en las radios es un trap pop, casi nadie vive haciendo trap real –señalaYoung Eiby.
Al trap pop también se han sumado algunas figuras femeninas, como Cardi B, Nicki Minaj, la argentina Cazzu y la peruana Malú Vuitton, quien ha asegurado en más de una entrevista que esta música le ha dado empoderamiento como mujer y le ha permitido expresar sus ideas feministas.
«El feminismo es tener las mismas oportunidades que los hombres, hacer lo que ellos hacen y yo lo estoy haciendo», declaró hace poco.
Decadencia moral
Lejos de la posición de Malú Vuitton está el consenso de que el trap es un género machista y denigrante, en el que se muestra a la mujer como un objeto, un adorno del cual presumir por su belleza y/o exhuberancia. Recientemente, esta violencia hacia la mujer, exhibida por el trap en sus videos y letras, saltó de las páginas de espectáculos a las de policiales en la prensa local.
Ocurrió luego de la detención de Piero Gaitán García, traper peruano, hijo del músico y cantante Rodolfo Gaitán Castro.’Daske Gaitán’ es el nombre artístico de este exrapero y reguetonero, hoy acusado de haber dopado y violado a una joven. Aunque sus temas suelen ser románticos, está considerado dentro de la escena trap nacional.
A nivel internacional, la muerte a balazos del estadounidense XXXTentación, en Miami, al parecer producto de una venganza, y la prohibición de ocho temas de trap de Bad Bunny y Farruko, «por su alto contenido sexual», en República Dominicana, han sido las noticias más sonadas la última semana. Dos hechos que han vuelto a poner el trap en el ojo de la tormenta.
El trap es un tema controversial, como el reggaetón en su momento. Yo simplemente lo veo como una evolución de sonido– señala el rapero peruano Pedro Mo.
Para este artista urbano, exponente del rap con mensaje y crítica social, el problema del trap radica principalmente en su contenido, aunque este no sea del todo novedoso, como muchos creen.
Siendo autocríticos el movimiento hiphop gángster de los noventas no era muy diferente.
En temas de producción, sin embargo, destaca su sonido futurista y considera que el trap puede ser una plataforma valiosa para difundir mensajes constructivos.
Evidentemente trae la nueva ideología del exceso y la ostentación. ¿Habrán dicho lo mismo del Jazz, del Swing, del Funk en su tiempo? Probablemente sí.
Fuente: larepublica.pe